Siempre había querido vivir la aventura de pasar un tiempo en el extranjero, no importaba tanto el lugar, sino darme cuenta de si era realmente capaz de empezar otra vez de cero. Al principio pensé en Edimburgo, Miami y hasta Sudáfrica, pero la lógica me dió la razón y finalmente acabé en Londres porque, como todos sabemos, es una ciudad donde es fácil empezar (aunque no tanto seguir subiendo).
No soy como muchos expatriados, me fui dejando en Madrid un trabajo fijo, un novio y unos amigos, sabía que muchos momentos iba a preguntarme eso de ¿qué coño hago yo aquí? pero era mi aventura y pararía cuando yo quisiera, si en diciembre sentía que por ahora era suficiente, volvería a España. Llegué a mediados de agosto, acompañada de mi novio y con tres maletas, abrigos y botas altas, sabia que la temporada sería larga, de momento mi plan era quedarme hasta los Juegos Olímpicos (como casi todos los que voy conociendo, un añito de rigor) pero ya se verá. Los primeros días me quedaba en casa de una amiga de mi novio en Romford -nunca olvidaré ese gran favor cuando realmente lo necesitaba, no sólo era casa, sino también consejo, ánimos, ayuda para ubicarme o comprar la tarjeta de transporte y hasta el contacto del trabajo donde me contrataron después!-. En menos de diez días ya tenía trabajo en un restaurante español como camarera, habitación en un piso con dos kiwis y dos aussies, había hecho el turismo básico de «los 10 sitios que hay que ver en Londres» y tenía una academia localizada para cuando empezase a cobrar. Ya estaba preparada para empezar a vivir mi nueva vida. Y todo ello en una de las mejores zonas para vivir en Londres (al menos para mi): Hammersmith. Me encantaba mi barrio, mi trabajo, pues imagínate, el más sencillo para un recién llegado, aunque hablaba bastante con los clientes, ellos estaban encantados de tener a una auténtica española como camarera.
Unos más y otros menos, pero yo tracé mi propio plan a seguir que iría modificando a mi gusto, quería unos primeros meses de adaptación, conocer gente, hacer turismo por Londres y alrededores y disfrutar (mi novio estuvo conmigo al principio, pero él ha vuelto por trabajo a España) y hasta aquí todo bien. Los meses que me quedan he cambiado un poco el plan: menos turismo porque estoy haciendo un curso de marketing en la City University pero más vida social y no dejar nunca de buscar algún internship. No me gustaría irme de UK sin haber trabajado en algo «de lo mio» aunque sea de becaria y teniendo experiencia en mi campo. En fin, mi idea es volver a Madrid en verano, pero cuando leo las noticias sobre la situación a veces le comento a mi novio que quizás haya que coger las maletas de nuevo, y no tengo ningún miedo, es más es un gusanillo que me divierte, al menos por ahora. De momento no soy de las que se plantea hacer vida (pareja, hijos, colegio, coche, etc) en otro país, aunque últimamente he conocido varias parejas españolas que si se lo plantean muy en serio. Pero como digo, no es mi caso de momento.
Quienes venimos a Londres no sólo lo hacemos por el inglés (es la ciudad del mundo donde más idiomas se hablan y uno es perfectamente capaz de vivir aquí durante años y no aprender inglés, ¡hay españoles en todas partes!) también es por la oportunidad de contraste con otras culturas, deshacerte de prejuicios y conocer gente de cualquier punto del planeta, hasta lugares que no conocía. Mi consejo a todos es no tener miedo, sólo el justito para no hacer locuras. Es una experiencia que no se olvida y que te ayuda a valorar las cosas que tenías y las que sigues manteniendo. Salir de la rutina y coger la vida con ganas a veces requiere cambios drásticos. Y es lo que yo hice.
Me despido con un ¡suerte a todos! En los días de frío, de largas horas de trabajo y de echar de menos a los suyos siempre me digo lo mismo: «queda un día menos para el verano, un día menos para volver».
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